Tus palabras, acertadas y frías. Desdibujan mi sonrisa. Se me cae a pedazos el castillo de arena blanca. Es una lástima que siempre tengas la razón de una u otra forma.
Leerte es darme cuenta de mis errores de dimensiones enormes, sin vuelta atrás. Aunque no vale la pena vivir si es para rectificar, mejor nos caemos en lo profundo de la oscuridad hasta que la luna nos ilumine la noche en un momento de compasión. Y así, por el camino de tierra caminar, ensuciarse los zapatos, llenarse la cara de desdichas, y sonreír. Porque, qué es la vida sin esa tristeza que nos suele embargar el alma, sentimos que vivimos, que sufrimos, que estamos aquí. Por algo los Dioses nos suelen envidiar. Oh, la sonrisa aún continúa allí, aunque realmente no sé bajo que pretexto.
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